El despertador

¿Alguna vez te ha pasado que, por ejemplo, tu rutina diaria es levantarte a las 11, un día decides poner el despertador a las 8 para aprovechar la mañana. Cuando llega la hora y suena el despertador, y como tienes tanto sueño lo apagas casi sin darte cuenta y sigues durmiendo a pierna suelta, con lo cual consigues volverte a levantar como todos los días anteriores?

Quizás hubiese sido más efectivo ponerlo a las 9 y media; te hubieses despertado más descansado y así no hubieras pasado del despertador. En definitiva, curiosamente aprovechaste más la mañana poniendo el despertador a las 9 y media que a las 8.

A veces aspiramos a tanto que logramos todo lo contrario, me explico, nos planteamos una meta tan “inalcanzable” o tan difícil de cumplir (a priori) que se nos desmorona el plan sin conseguir ningún resultado.
Quizás sea mejor ser más realistas y establecer un plan menos ambicioso del que tendremos más certeza que podemos cumplir. Por eso, para ser más efectivos debemos ser menos ambiciosos 

(OJO!! Reflexión no apta para marmotas, si te consideras una marmota esta reflexión no te sirve, por más que intentes poner el despertador, nunca te lograrás despertar antes)

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